12 febrero 2009

Decepción - Auster

En muchas ocasiones el final de un libro no es lo más importante, no es absolutamente necesario que ese final sea algo definitivo. En esas ocasiones prima más el contenido general, el fondo de lo contado y manera en que se ha contado, lo que pase en el último momento es un mero trámite, es que simplemente hay que poner un fin a la historia para poder confeccionar la misma.
En Viajes por el Scriptorium, de Paul Auster, el final ha fastidiado todo. Recrea un escenario perfecto, agobiante, un lugar en el que hay un hombre que no sabe qué hace ahí, y por ese escenario se va produciendo un desfile de personajes que van tejiendo una historia interesantísima, y que no hacen sino dar más intriga cada vez que sigues las páginas leídas. Así pues, nosotros, los lectores, vamos siguiendo ese hilillo, ese rastro de migas de pan con la mayor emoción para ver qué tendremos al final. Auster consigue crear ese estado de tensión sostenida que tanto me gusta. Pero cuando llegamos al final, NADA. Nos estrellamos de lleno contra una dura pared de hormigón.
En muchas ocasiones, como decía, el final de un libro no es lo más importante, pero en este caso sí. Una historia buenísima, y un final insulso, sin chicha, sin gracia.