17 junio 2005

Cosas que hacen que me hierva la sangre

No he tenido mucho tiempo hasta hoy de poder comentar una noticia que leí hace unos días en uno de estos periódicos locales que te dejan en los buzones. La historia es ésta:

El párroco de la iglesia de mi barrio (un cura, por cierto, muy poco querido por la gente) ha prohibido a una niña celíaca tomar la comunión con una hostia de maíz. Las personas que son celíacas presentan intolerancia al gluten, una proteína presente en el trigo, avena, centeno, cebada y triticale, por lo que no pueden tomar la hostia tradicional, elaborada con trigo. Pero tienen una alternativa para poder comulgar: la hostia de maíz antes citada.

Pues bien, el párroco sabía la situación desde que la niña empezó la Catequesis, y lógicamente, la niña se preparó durante los tres años establecidos para luego poder celebrar con todos sus compañeros ese día . . . y días antes de celebrar la comunión el cura le dice que la alternativa de la hostia de maíz no es posible, que lo único viable es que la niña tome el cáliz de vino.

Esto, personalmente, me parece una tomadura de pelo, ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿Cómo se le puede hacer eso a una niña que quiere hacer la comunión con toda su ilusión? Yo no soy creyente, pero entiendo y respeto que alguien siga una religión aunque no lo entienda. Lo que no me cabe en la cabeza es como se puede ser así de sinvergüenza.

De todas formas, no me extraña viniendo de este personaje: desde que llegó a la iglesia el número de personas que van ha descendido de una manera asombrosa, y muchos curas que trabajaban con él han tenido que irse por no poder aguantar su "agradable" carácter y personalidad.


curas corruptos




Afortunadamente, la niña pudo celebrar la comunión en otra iglesia donde el cura tenía un poco más de sentido común y le permitió tomar la hostia de maíz, eso sí, otro día distinto y sin los compañeros/as con los que se había preparado durante los tres años de Catequesis.

Este tipo de noticas son las que hacen que se me hinche la carótida y la sangre suba hasta la temperatura de ebullición.